Parto de la premisa que ella no es mía y, por lo tanto, no es algo que pueda ni deba controlar. Hace tiempo que aprendí que mi jaula de oro tendría que mantener siempre la puertecita abierta para que, si este bello pájaro se queda dentro, sea porque así lo desea no porque lo mantenga encerrado. Cuando la conocí, la conocí libre y esta libertad es uno de sus rasgos fundamentales y, por ellos, es por lo que me enamoré de ella. Prefiero amarla y perderla libre que poseerla encadenada porque, entonces, eso no sería amar.
Soy humano, imperfecto, con mis inseguridades y fui programado durante 34 años en el dogma de la monogamia que implica que seré substituido por todo aquel que despierte en mi pareja sentimientos y deseos románticos o sexuales. Mucho tiempo perdido y mucho por desaprender en tan poco tiempo, pero somos seres racionales, ¿no? Apelemos a la razón y cultivemos nuestra inteligencia emocional.
Hacía un par de semanas que sabía que esta noche se iba a cenar con él y con otros amigos/as liberales con los cuales después de cenar irían al club Totem, uno de los locales swinger de Barcelona y al que habíamos hablado de que fuera conmigo por primera vez… pero aún no había podido ser. Tuve que superar el primer resquemor al frustrarse mi «complejo de colón» (es cómo llamo yo a esa necesidad de “estrenar” algo o a alguien), se me pasó por la cabeza el aparecer en el club con alguna otra chica, porque como chico solo no me ha gustado nunca ir, incluso pensé proponerme para echar una mano como camarero y así justificar que yo estuviera ahí. Ideas ridículas que, por suerte se quedaron sólo en eso, pensamientos delirantes dentro de mí.
En estos momentos es cuando empiezo mi conversación conmigo mismo. Bueno, en lugar de una conversación es una especie de monólogo. Me recito mi sermón aprendido tal como se lo diría a mi mejor amigo si se encontrara en esta situación, pero con una ventaja, y es que yo nunca me discuto nada. Aquí empieza mi momento microondas, sí, microondas porque cuando mi cabeza empieza a dar vueltas y a procesarlo todo es como si dentro de mi cabeza se oyera el ruidito del microondas:
Piensa, empieza por ahí, ¿qué crees que significa lo que está pasando? Recuerda que no eres el centro de todo su mundo y, por lo tanto, su motivación para estar esta noche ahí con él no es hacerte daño. Entonces… ¿Cuál crees que es su motivación? Te has planteado que simplemente disfruta de él, de lo que le ofrece, le hace sentirse deseada, se lo pasa bien, se divierte… él le despierta emociones, la hace vibrar… la hace feliz. ¿Y no es eso maravilloso? Cuando tantas veces le has dicho que la amas, que quieres hacerla feliz, que si pudieras le regalarías todas las experiencias y sensaciones del mundo; siempre hablas en condicional, pues sabes que no podrás dárselo todo siempre por mucho que lo desees y, por lo tanto, privarla de ello por tu limitación… ¿no te parece tremendamente egoísta?
¿Crees que él es tu competidor, tu substituto? ¿Realmente temes que no vaya a volver y se vaya a perder con él para siempre? Le gustas, te quiere y por ello, nadie puede alejarla de ti, obligarla a renunciar a ti; nadie más que tú mismo. Tanto él como tú tenéis el mismo objetivo: cuidarla, amarla y hacerla feliz; ¿eso no te recuerda más a un compañero de equipo que un rival? Sí, sé que todo esto parece demasiado utópico, ¿pero la idea del amor no lo es en sí misma?
Tengo la suerte que yo también he estado en la situación de ella y tengo que confesar que ayuda para ponerse en su piel. Recuerdo cuando disfruto de la compañía de otras personas con las que puedo compartir afecto, risas y sexo sin que ello me haga olvidar a quien amo con locura. Por mucha pasión, cariño y experiencias que pueda yo vivir con ellas, soy muy consciente que ella no debería temer perderme porque me tiene, porque me di a ella y me sigo dando sin censuras. Mi cuerpo, mi mente, mi deseo y mi alma anhelan ser suyos. Entonces… ¿Por qué no va a sentir ella lo mismo? ¿Por qué yo sí que debería perderla? No hay ninguna razón por la que ella quisiera renunciar a mí, pues yo tampoco querría renunciar a ella.
Aquí llega el “ting”, el sonido que avisa que el microondas ha terminado y que el proceso ha llegado al final. “Me ama y mientras sea así, querrá quedarse en mi jaula de oro. Porque ella lo desea, igual que yo.” Mi alma se calma y acompaña a mi cuerpo cansado que la esperaba para irse a dormir. Le mando un “Buenas noches, pásatelo genial. Te amo.” y me meto en la cama orgulloso de mí mismo. He conseguido superar los celos, soy emocionalmente un poco más inteligente, un poco más poderoso y un poco más feliz.
Realmente es súper interesante todo lo que escribes… Y lo que hemos estado hablando… Se hace ver más cosas de otra manera y es fascinante.
Muchas gracias, es un halago saber que se me dice que lo que escribo gusta. 🙂