Acabábamos de follar, esa prácticamente desconocida y yo yacíamos desnudos en la gigantesca cama de mi habitación de hotel completamente exhaustos, recuperábamos el aliento mientras notábamos enfriarse nuestros cuerpos por el efecto del aire acondicionado que nos protegía de los treinta-y-cinco grados que azotaban el cristal de la ventana sin cortinas. Ventana por la que cualquier mirada indiscreta habría podido disfrutar del espectáculo que hubiera acontecido pocos minutos atrás.
Ya habíamos mandado a su marido los vídeos que nos habíamos grabado haciendo sexo anal especialmente para él cuando me empezó a contar cómo se conocieron con apenas dieciséis años y cómo su apetito sexual fue variando a lo largo de los años por diferentes circunstancias como los nacimientos de sus dos hijos y cómo, después del segundo, él decidió hacerse la vasectomía disfrutándolo, cómo no, de entonces en adelante.
Le confesé que yo también me la quería hacer. La verdad es que lo hemos hablado muchas veces #S y yo porque aunque empezáramos usando preservativos, después de hacernos las pruebas de enfermedades de transmisión sexual, empezamos con la marcha atrás y sus riesgos… pero es que pronto pasamos de arriesgados a temerarios cuando no pudimos evitar que correrme dentro ella se convirtiera en una necesidad para ambos. Y sí, somos inconscientemente conscientes de que cualquier día tendremos una sorpresa.
Ahí me soltó la pregunta:
“¿Tendrías un hijo con #S?”
#S tiene ya un niño de cuatro años y yo uno de doce, la verdad es que tenemos más que suficiente como para plantearnos tener otro pero… aunque pueda parecer raro, siento que después de un beso, “más” es estar dentro de ella, después de estar dentro de ella, “más» es correrme dentro y después de todo esto, “más” es que algo que es parte de mí, crezca dentro de ella.
Con #S me pasa algo muy especial; aunque mi juicio me repite una y otra vez que no me meta en un berenjenal así otra vez, no puedo evitar emocionarme imaginando compartir la maternidad con ella. Cómo lo vive, cómo lo siente es excepcional y cómo cambiaría su cuerpo haciéndose, si cabe, más bello, más sensual, más increíble…
De hecho, tengo nostalgia porque seguramente nunca podré vivir, a #S, de esta manera y envidio a quien sí lo vivió hace cuatro años.
“Perdona, vaya tostón te acabo de soltar.”
Esa mujer seguía desnuda escuchándome atentamente sin darse cuenta de que el tiempo había volado. Se levantó, se vistió, me dio un beso y se marchó a hacer el amor con su marido que la esperaba en casa.
A mí me faltó poder volver, volver al cuerpo de #S, al sexo de #S, mi casa.