En el mundo del enamoramiento, se me revelan dos grandes pilares que sustentan la conexión emocional entre dos personas: Por un lado tenemos «lo que admiramos de esa persona» y por otro «la forma en que nos hacen sentir» (este último es eso que no sabemos explicar por qué, pero sabemos que estamos enamorados de esa persona). Estos pilares, aunque interrelacionados, ofrecen perspectivas distintas cuando intentamos analizarnos y razonar por qué amamos a esa persona en concreto.
El Pilar de la Admiración
Esas características más cercanas a la objetividad y, por lo tanto, fáciles de explicar pues son aspectos de esa persona que nos parecen extraordinarias, loables, sorprendentes y en definitiva admirables. En muchos casos, son aspectos o valores personales que nos gustaría tener nosotras mismas o simplemente que se alinean mucho con valores fundamentales de nuestra filosofía. Normalmente aunque otras personas puedan tener esas características, la persona de la que nos enamoramos lo tiene a niveles que la hacen resaltar por encima de las demás. Estas cualidades pueden ir desde valores humanos, principios, filosofía de vida, integridad, pasando por habilidades, capacidades, éxito, hasta aspecto físico, apariencia, elegancia, riqueza, posesiones… Sin embargo, la admiración no siempre será hacia los mismos aspectos, ya que cada persona valora diferentes cualidades.
En este pilar acotumbra a moverse los típicos amores platónicos ya que la poca o inexistente interacción entre la persona amada y la persona que ama, hace difícil aunque no imposible, encontrar aspectos del siguiente pilar.
El Pilar de la Emoción
Por otro lado, encontramos la conexión esa que nos cuesta más explicar pero que si nos fijamos podemos identificar aunque son razones más «intangibles». El atractivo sexual, por ejemplo es una emoción muy de este pilar puesto que muchas veces sabemos que alguien nos pone a cien pero nos cuesta identificar la razón de ello pueto que algunas características que podemos intuir que sean las responsables de esa emoción, otra persona que también las tiene, descubrimos que no nos despierta tal pasión. Por eso parece inexplicable, pero el problema quizá está en pretender explicarlo buscando las «causas» en vez de explicarlo mediante los «síntomas». Cómo se nos eriza la piel cuando pasa a nuestro lado, cómo se nos olvidan los problemas cuando nos sonríe, la felicidad que trae a nuestra vida sentir cómo nos cuida, la forma como nos trata, cómo nos hace sentir importantes, es algo muy potente y esa es la explicación, el por qué amamos y en estos casos mucho más profundamente a esa persona. Da igual por qué de todo lo anterior, porque no atiende a razones. Simplemente por todo ello es por lo que nos enamoramos visceralmente.
La Variabilidad en la Distribución de los Pilares
Lo fascinante de estos pilares es su variabilidad en cada relación. Una conexión puede basarse predominantemente en la admiración, donde los valores y las posesiones toman el centro del escenario. Este tipo de conexión acostumbra a ser más lineal pero menos duradera en el tiempo por la efemeridad de las cualidades que estamos valorando de esa persona. Por el contrario, la conexión puede centrarse sobretodo en cómo nos hace sentir la persona, priorizando el trato, la atención y la intimidad emocional. En este caso, acostumbran a ser conexiones más variables con picos y bajones pero acostumbra a mantenerse más en el tiempo siempre que sobreviva la etapa inicial y apasionada del enamoramiento (la llamada etapa sugar).
Concluyo, pues, que el enamoramiento se construye sobre este mosaico único de admiración y emoción. No hay una fórmula única ni más válida que otra. Cada amor es un viaje individual aunque lo cause o afecte a otra persona. Al comprender estos dos grandes pilares, podemos apreciar la complejidad y diversidad del amor porque la belleza de enamorarse radica en la singularidad de cada conexión. Y que si es amor, verdadero, sincero, honesto y libre, siempre estará bien.
Y dicho todo esto, ¿qué pilar crees que sostiene tu historia de amor?